23 jul 2011

Orígenes de la música profana.

El feudalismo, a nivel literario-musical, se caracteriza por la aparición del movimiento trovadoresco, que tanta trascendencia tendrá en la lírica medieval. Cada uno de los estamentos sociales del feudalismo (rey, nobles, clero y plebeyos) practicará una poesía y una música diferentes. El clero impondrá el canto gregoriano, la nobleza cultivará el arte trovadoresco y los plebeyos se entretendrán con sus danzas y cantos populares.

Surgirá el espíritu caballeresco que dominará toda esta época, difundido desde la Provenza por toda la geografía europea a través de los trovadores. Estos, en muchos casos, serian el mismo caballero que ha pasado de la espada al amor (amor cortés), escribiendo y recitando versos, al tiempo que, frecuentemente, componga su música.

Por otra parte, la literatura y lenguas romance, con su poesía ritmada en períodos regulares de consonancia y asonancia, influyeron con sus períodos y cadencias en la formación del fraseo musical.

La línea horizontal del románico musical seria la monodia, con la frase que se cierra en el punto de partida, al igual que el arco de medio punto, característico de este estilo arquitectónico.

La música profana de la temprana Edad Media no sobrevive en un estado de conservación tan bueno como el de la música sacra. Se conservan varios manuscritos, pertenecientes a unas fechas tan tempranas como los siglos IX-XI, con melodías anotadas en neumas sin pentagramas.

Las primeras canciones profanas de las que tenemos referencia son canciones en latín. El origen de la lírica latina de la Edad Media debe encontrarse en los himnos de la Iglesia, pero la línea divisoria entre la lírica sagrada y la profana es difícil de determinar. En diversos manuscritos de los siglos IX o X pueden encontrarse planctus[1] (poemas dedicados a la muerte de un personaje ilustre, son secuencias regulares, con ocho versos dobles enmarcados por versos simples al principio y al final. La melodía tiene una reiteración casi excesiva), canciones que tratan de acontecimientos históricos y versiones de diversas odas de Horacio, La Eneida, poemas de Boecio, etc.


Planctus: Hugonis Abbatis (S. IX)


Las canciones en latín destacan en gran medida en la historia de la poesía medieval ya que, según Reese, ejercieron una influencia directa sobre la poesía en lengua vernácula de los trovadores, trouvères y Minnesinger, entre cuyos materiales tomados en préstamo hay diversas formas características de la poesía escrita en latín medio. También hay que tener en cuenta que el origen de la música instrumental es debido a las adaptaciones de la música vocal.

A la poesía cortesana carolingia sucedieron las canciones de los goliardos (siglos XI-XII), también escritas en latín. Deben su nombre a un santo patrono probablemente mítico, el obispo Golías, eran estudiantes o clérigos mendicantes que migraban de una escuela a otra en los tiempos anteriores a la fundación de las grandes universidades permanentes. Su modo de vida vagabundo se plasmaba en sus canciones. Los temas de sus textos están extraídos de la eterna trinidad del interés masculino juvenil: vino, mujeres y sátira. En los manuscritos se ha encontrado muy poco de la música original de los goliardos y suele estar anotada mediante neumas sin sistemas de líneas,  por lo que las transcripciones se fundan en conjeturas.

Así, pasamos al conductus (siglos XI-XIII). Sus textos eran versos métricos, como los de las secuencias del mismo período. Hacia finales del siglo XII, el término conductus se aplicó a cualquier canción latina no litúrgica, generalmente de carácter serio, con texto métrico, sobre algún tema sacro o profano. Un rasgo importante es que, generalmente, su melodía era de composición nueva, en lugar de haber sido tomada en préstamo o adaptada del gregoriano o de alguna otra fuente.


Conductus: Congaudeant Catholici (Codex Calixtinus. S. XII)


De todos los manuscritos que conservan canciones profanas latinas los más célebres son el de Cambridge (siglo XI) y el Carmina Burana (siglo XIII), algunos de cuyos textos utilizó Carl Orff en su célebre obra del mismo nombre. En este último manuscrito se incluyen casi cincuenta canciones en alemán basadas en poemas de minnesingers de finales del siglo XIII.


Carmina Burana (S. XI-XIII): Nulli beneficium

Un aspecto característico del espíritu secular del Medioevo se refleja en las canciones con textos en lengua vernácula. Uno de los primeros tipos conocidos de canción vernácula fue la Chanson de geste o canción de gesta, poema épico narrativo que relata las hazañas de héroes nacionales, cantado según fórmulas melódicas sencillas. Se transmitían en forma oral y de su música, virtualmente nada es lo que se ha conservado. La más famosa de las chansons de geste es la Chanson de Roland, epopeya nacional francesa que data de la segunda mitad del siglo XI. Parece ser que la música consistía en un breve fragmento melódico que se solía contar con una nota por cada sílaba y se repetía una y otra vez como las frases de una letanía.

Quienes cantaban las canciones de gesta y otras profanas en la Edad Media eran los juglares o ministriles, clase de músicos profesionales que hace su aparición por primera vez hacia el siglo X. Son cantantes, actores, acróbatas que vivían en grupos y viajaban de ciudad en ciudad, actuando por dinero en las plazas o en las cortes. Cantaban, tocaban y bailaban al son de canciones compuestas por otros o tomadas del dominio común de la música popular. Sus tradiciones y habilidad profesionales desempeñaron un importante papel en un significativo desarrollo de la música profana en Europa occidental. Aquellos juglares que podían abandonar el vagabundeo y pasar a ocupar un puesto en una casa noble o viajar de corte en corte recibían el nombre de ministriles ya que eran considerados sirvientes y llevaban el título de ministri. El repertorio de juglares y ministriles estaba formado por piezas en las lenguas vernáculas de los diversos países.





[1] Lamento.

21 jul 2011

Surgimiento del Canto Gregoriano

El complejo proceso que da lugar al establecimiento de los cánones que conocemos genéricamente como gregorianos, se desarrolla entre el papado de san Gregorio Magno (590-604) y los decenios que continuaron al reunificador reinado de Carlomagno (768-814), y poco tiene en realidad que ver con el pontífice que le dio el nombre, que no era ni siquiera músico, aunque sí con el espíritu que impulsó su vigorosa reforma litúrgica.

Para cuando Carlomagno decide unificar los hábitos musicales del Imperio, tras su coronación en Roma por León III en el año 800, el proceso había sufrido diversas complicaciones, entre las cuales no sería la menor el propio origen del emperador, quien aportó numerosos elementos de la tradición musical de los francos a las estructuras bizantinas, colaborando con ello a la creación del conglomerado que acabaría conociéndose por el poco preciso nombre de Canto Gregoriano.

A modo de resumen de los principales hitos de este complejo desarrollo que permitió la fusión de las tradiciones francas con el apogeo musical bizantino y los restos del primitivo rito romano, puede mencionarse un manuscrito del siglo XI, conservado en la Abadía suiza de Sankt Gallen, en el que se da una cronología de compiladores, así como la Vita Sancti Gregorii, de Juan el Diácono, los escritos  de Beda el Venerable (siglo VIII) o a diversos papados, que habrían configurado una línea de sucesión ininterrumpida entre las primitivas manifestaciones del canto llano romano y el esplendor del ciclo carolingio. No obstante, tras el cúmulo de pruebas y contrapruebas que se han ido aportando para verificar o no la evolución del canto llano a través de un proceso unificado, desde Gregorio I hasta la baja Edad Media, todo parece indicar que resulta más verosímil hablar de agregados y fusiones antes que de esa pretendida línea sin interrupciones, cosa que hubiese sido difícil de conseguir en los convulsos siglos por los que atravesó el proceso.